El 10.º Congreso Eucarístico Nacional, que se celebra en Indianápolis del 17 al 21 de julio de 2024, marca un momento histórico para la Iglesia católica en Estados Unidos. Este encuentro, el primero de su tipo en más de 80 años, es una profunda celebración de la Eucaristía y un testimonio del amor eterno de Jesucristo. El evento reúne a decenas de miles de fieles de todo el país y representa una fase crucial del actual Avivamiento Eucarístico Nacional.
Una convocatoria histórica
El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y presidente del Consejo de Dirección de las Obras Misionales Pontificias en Estados Unidos, abrió el Congreso con una conmovedora homilía en el estadio Lucas Oil. “La Eucaristía es el corazón de nuestra fe y la fuente de nuestro amor. Es en la Eucaristía donde encontramos la verdadera presencia de Cristo, quien se entregó por completo por nosotros. Este Congreso es un poderoso recordatorio de ese amor sacrificial y una llamada a vivirlo en nuestra vida cotidiana”, expresó.
“Queridos hermanos y hermanas, recuperar la centralidad de la misa dominical, donde el Pueblo de Dios se alimenta con el Pan de Vida, debe ser el propósito fundamental de este gran Congreso Eucarístico”, afirmó el cardenal. “Como ha repetido el papa Francisco: sin Eucaristía, no hay Iglesia”.
Dolan citó las palabras del Papa en 2018 sobre la Eucaristía: “La Eucaristía no es un rito bonito, sino la comunión más íntima, concreta y sorprendente que uno puede imaginar con Dios: una comunión de amor tan real que toma la forma de alimento”. Añadió: “La Sagrada Eucaristía es sacrificio, presencia real y banquete. Las misas son sacrificios”. Y subrayó: “La Eucaristía es la presencia real de Cristo, cuerpo, sangre, alma y divinidad, a quien adoramos en el sagrario, en la custodia sobre el altar o llevado en procesión”.
Por su parte, el cardenal Seán O’Malley, arzobispo de Boston y también miembro del Consejo de las Obras Misionales Pontificias, destacó el poder transformador de la Eucaristía durante una liturgia en español celebrada en el centro de convenciones de Indianápolis. “El mundo está gobernado por personas que sufren de amnesia espiritual. Han olvidado a Dios”, afirmó, señalando que esa es una de las causas por las que muchos ya no asisten a misa. “Veo menos personas en la Iglesia hoy que cuando era niño. Muchos han olvidado incluso el sentido de la misa”.
Por ello, enfatizó: “Este Congreso Eucarístico es importante porque nos ayuda a comprender que, como discípulos de Cristo, la Eucaristía debe ser el centro de nuestra vida. Dios nos ama y nos alimenta, porque la Eucaristía es la locura del amor de Dios”. Y concluyó: “La Eucaristía no es solo un símbolo, sino la presencia real de Jesucristo, un misterio que nos llama a la conversión y a la renovación. Al recibir la Eucaristía, somos invitados a convertirnos en lo que recibimos: el Cuerpo de Cristo, comprometidos a difundir su amor y su misericordia a todos”.
El Avivamiento Eucarístico Nacional
El Congreso constituye el punto culminante del Avivamiento Eucarístico Nacional, una iniciativa trienal lanzada por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) para renovar la fe en la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía.
El obispo Andrew Cozzens, de Crookston, Minnesota, y presidente del Congreso, describió esta iniciativa como potencialmente transformadora para la Iglesia en el país: “Creo que este evento y la Peregrinación Eucarística Nacional que lo precede tendrán un impacto generacional en nuestra nación”.
Testimonios que inspiran
La madre Olga del Sagrado Corazón compartió un conmovedor testimonio durante una sesión del avivamiento el jueves, hablando del impacto de la Eucaristía en su vida y ministerio: “Solo el amor puede hacer un santo. Es ese amor, presente en la Eucaristía, el que nos transforma y nos da la fuerza para servir a los demás. La Eucaristía es el mayor regalo que tenemos, un don que nos impulsa a compartir el amor de Dios con todos los que encontramos”.
Fundadora y madre servidora de las Hijas de María de Nazaret en la arquidiócesis de Boston, conmovió a los asistentes al relatar milagros eucarísticos de amor y sanación en medio del sufrimiento. Comenzó compartiendo su experiencia personal como sobreviviente de cuatro guerras en Medio Oriente, y los abusos sufridos en su hogar. Recordó cómo, siendo adolescente, tuvo que enterrar a personas asesinadas por la guerra. “Todos estos años de sufrimiento me llevaron al pie de la cruz, porque pensaba que aquel que sufrió tanto podría entender mi dolor”, dijo. “Al arrodillarme ante la cruz, llorando y pidiendo a Jesús que me ayudara a cargar con mis propias cruces, encontré su Corazón traspasado —y en ese momento escuché en lo más profundo de mi ser: que incluso en la cruz y a través de la cruz, aún podemos elegir amar”.
También relató cómo ayudó a un joven enfermo de cáncer y a un bebé prematuro a recibir la Eucaristía. Ambos, contra todo pronóstico, sobrevivieron y hoy gozan de buena salud. “Doy gracias a Dios por haberme permitido presenciar estos milagros y poder ser su voz para que ustedes también salgan y compartan con todos. Los milagros eucarísticos son reales y Nuestro Señor está verdaderamente presente, aquí y ahora, en medio nuestro, en cualquier parroquia, iglesia o diócesis”, afirmó.
El padre Mike Schmitz, durante una sesión matutina, exhortó a los presentes a abrazar la conversión como camino para experimentar plenamente el amor de Dios en la Eucaristía. Comparó la situación actual con la del pueblo de Jerusalén a quien el profeta Jeremías llamaba a arrepentirse. “El problema no es que no sepamos qué es la Eucaristía, sino que somos indiferentes ante ella”, dijo. “Muchas veces, somos como ese pueblo del que hablaba Jeremías. Decimos: ‘Tenemos la Presencia Real, tenemos la Presencia Real’, pero nuestro corazón está lejos de Él. Sabemos… pero no nos importa”.
“Si el remedio para la ignorancia es el conocimiento, y el camino hacia el conocimiento es la verdad, entonces el remedio para la indiferencia es el amor, y el camino hacia el amor es la conversión”, desafió a los asistentes. “El conocimiento puede hacernos grandes, pero solo el amor puede hacernos santos”.
Y concluyó: “La conversión no es solo alejarse del pecado, sino volverse hacia el amor y la misericordia increíbles de Jesús presente en la Eucaristía. Es en ese volvernos a Él donde hallamos verdadera transformación y renovación”.
Un llamado a la misión
El Congreso concluirá el domingo, pero alcanzará su punto culminante el sábado por la tarde, con una procesión eucarística por el centro de Indianápolis, símbolo de la misión de llevar a Cristo al mundo. Joel Stepanek, vicepresidente de programación y administración del Congreso, describió la procesión como “una experiencia profundamente impactante” que testimoniará la fe de la comunidad católica ante el mundo.
Al reunirnos para celebrar la Eucaristía, se nos recuerda la historia de amor más grande: el sacrificio de Jesús en la cruz y su presencia viva entre nosotros. Este Congreso es un testimonio de ese amor, que nos inspira a vivir nuestra fe con renovado fervor y a llevar el mensaje del amor de Cristo al mundo.
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