Historias

Tendiendo puentes: el camino del padre Paul Gitau desde Kenia hasta Rochester

6 ago, 02:00 p. m.
Una vida dedicada a la misión: La comprensión que tiene el padre Paul de su vocación misionera es profundamente personal y espiritual. Él explica: «Ser misionero, para mí, significa proclamar la Palabra de Dios, o catequizar, porque Jesucristo nos invita a ir a Él... se nos dice: “Vayan, bauticen a las personas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir lo que Yo les he enseñado, a proclamar la Buena Noticia a todo el mundo”».

Una vida dedicada a la misión

La comprensión que tiene el padre Paul de su vocación misionera es profundamente personal y espiritual. Él explica: «Ser misionero, para mí, significa proclamar la Palabra de Dios, o catequizar, porque Jesucristo nos invita a ir a Él... se nos dice: “Vayan, bauticen a las personas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir lo que Yo les he enseñado, a proclamar la Buena Noticia a todo el mundo”».

Su vínculo con la misión nace también de la gratitud y del deseo de retribuir: «Fui catequizado y sostenido por misioneros... ellos construyeron las escuelas, las iglesias, los hospitales y los centros de salud que sirvieron a mi comunidad, a mi familia y a mí». Comparte que probablemente no estaría donde está ahora si no fuera por un sacerdote irlandés que pagó sus estudios. Esta experiencia de haber recibido y querer devolver lo recibido es un tema central en la vocación del padre Paul.

Ese deseo de retribuir fue lo que lo convenció de quedarse definitivamente en Rochester: «No solo recibimos, también damos lo que hemos recibido de Europa y de América», afirma.

Esa vivencia tan personal del impacto de los misioneros en África alimenta hoy su entrega en favor de la misión universal desde su rol como director de la oficina misionera diocesana en Rochester, parte del entramado que conforman las Obras Misionales Pontificias. Antiguamente sacerdote “externo”, con permiso especial para servir en otra diócesis, fue incardinado formalmente —es decir, adoptado de pleno derecho— en la diócesis de Rochester en 2012, pocos meses después de obtener la ciudadanía estadounidense. El proceso para ser sacerdote de esta diócesis comenzó en 2008.

Llegó a Estados Unidos con una licenciatura en Teología Sagrada y otra en Filosofía por la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma, que, gracias a becas otorgadas por las Obras Misionales Pontificias, ofrece formación a cientos de sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y líderes laicos de territorios de misión. Su propósito era continuar sus estudios al detectar una gran necesidad de especialistas en salud mental en su parroquia en Kenia. En St. John Fisher College obtuvo una maestría en administración de servicios humanos en 2005 y otra en consejería de salud mental en 2009.

Desafíos de los misioneros extranjeros

Aunque solemos contar historias de misioneros de Estados Unidos que parten hacia uno de los 1.100 territorios atendidos por las Obras Misionales Pontificias, la historia del padre Paul es diferente: él proviene de uno de esos territorios y hoy es misionero en Estados Unidos.

Adaptarse a la vida en este país le presentó varios desafíos. «Hay tres cosas con las que todo misionero se enfrenta cuando anuncia el Evangelio en otro país: la barrera del idioma, el choque cultural y un clima completamente distinto», dice. Su primer encuentro con la nieve es un vívido recuerdo de ese cambio físico y metafórico que tuvo que atravesar. Bromeando, comenta: «Recuerdo que la primera vez que vi nieve fue aquí. ¡El clima en Kenia es muy distinto al de Rochester!»

Pero los retos van más allá del frío: hay soledad, el no conocer a nadie, los malentendidos por las diferencias lingüísticas —incluso entre países de habla inglesa— y los paisajes culturales que deben aprender a recorrer.

El rol de los sacerdotes nacidos en el extranjero en Estados Unidos es fundamental, aunque no exento de dificultades. Según el Estudio Nacional de Sacerdotes Católicos realizado por la Universidad Católica de América, el 24 % de los sacerdotes en servicio en EE.UU. nacieron fuera del país, y muchos enfrentan incertidumbres debido a las políticas migratorias del país. Formados en la Universidad Pontificia Urbaniana o en seminarios locales, muchas veces con becas financiadas por personas generosas como usted, estos sacerdotes suelen cubrir vacantes pastorales críticas en las diócesis locales.

Una vocación que continúa

El padre Paul describe su labor misionera como proclamar la Palabra de Dios y «ser instrumento de la gracia de Dios». Su misión se enraíza en el llamado evangélico: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados» (Mt 11, 28), y subraya el poder transformador de recibir y transmitir la Palabra de Dios mediante los sacramentos como el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

El camino de este sacerdote, como el de tantos misioneros y misioneras que hoy siguen llevando el Evangelio a todos los rincones del mundo, es más que un desplazamiento geográfico: es una misión espiritual en constante evolución. Estos hombres y mujeres llevan consigo no solo la fe y el conocimiento de su tierra natal, sino también un poderoso testimonio de la Iglesia Católica universal, mostrando que todos estamos profundamente interconectados, con historias personales que entrelazan la gran red de obreros que Él ha enviado a la mies.

© All Rights Reserved The Pontifical Mission Societies. Donor Privacy Policy   Terms & Conditions.