“Es hacerse a un lado para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastarse hasta el extremo para que todos tengan la oportunidad de conocerlo y amarlo.” —Papa León XIV
En un momento histórico para la Iglesia Católica, la elección del Papa León XIV, el 8 de mayo de 2025, marcó la llegada del primer papa nacido en Estados Unidos y el primero agustino a la Cátedra de Pedro. Nacido Robert Francis Prevost en Chicago, su camino hacia el papado estuvo profundamente marcado por más de dos décadas de servicio misionero en el Perú, reflejando una vida dedicada a la evangelización y al cuidado pastoral.
Robert Francis Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, hijo de Louis Marius Prevost y Mildred Martínez. Criado en Dolton, un suburbio obrero, fue el menor de tres hermanos en una familia católica devota. En varias entrevistas después de su elección, su hermano John recordaba a menudo un momento profético en primer grado, cuando un vecino le dijo al pequeño Rob que se convertiría en el primer papa estadounidense.
Conocido como “Rob” en su familia y “Bob” entre amigos, creció sirviendo como monaguillo en la parroquia St. Mary of the Assumption y cantando en el coro. Estudió en St. Augustine Seminary High School en Michigan, obtuvo un título en matemáticas en la Universidad de Villanova, luego una Maestría en Divinidad en Chicago y un Doctorado en Derecho Canónico en Roma. Su trabajo académico se centró en la idea agustiniana de la autoridad religiosa como servicio, no como poder, una visión que marcó su liderazgo.
Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1982 en el Colegio Agustiniano de Santa Mónica en Roma por el arzobispo Jean Jadot.
En 1985, el padre Prevost fue enviado como misionero al Perú. Allí, en una región marcada por la violencia guerrillera y la pobreza, se convirtió en una figura pastoral profundamente enraizada. “Si se hubiera quedado en su país natal, creo que su sentido de la Iglesia habría sido muy distinto”, dijo Aldo Llanos, profesor de filosofía y antropología en la Universidad de Piura. “Pero llegó al Perú en 1985, un país en crisis, y eso lo transformó. Esa experiencia dejó una huella.”
Se convirtió en ciudadano peruano en 2015, requisito para su nombramiento como obispo. Dirigió programas de formación para agustinos, enseñó teología y trabajó como juez en el tribunal eclesiástico regional. Era conocido por su compasión pragmática, su rigor académico y un carisma sereno.
El padre Prevost fue conocido cariñosamente como el “Santo del Norte” por su labor humanitaria en el norte del Perú. Apoyó comedores populares, abogó por viviendas más seguras en zonas afectadas por inundaciones y colaboró activamente con organizaciones benéficas y programas sociales. Durante la pandemia del COVID-19, coordinó la entrega de plantas de oxígeno a hospitales colapsados a través de la campaña “Oxígeno de Esperanza”. También apoyó a los migrantes venezolanos en el Perú, organizando ayuda y denunciando la discriminación que sufrían.
“Fue misionero en el sentido más verdadero de la palabra: cuando dio de comer al hambriento, de beber al sediento, acogió al forastero, vistió al desnudo, cuidó al enfermo y visitó al preso, el obispo Prevost lo hizo porque en cada uno de ellos veía a Cristo, y también a alguien sediento de Cristo”, comentó el profesor Llanos.
Su elección provocó “incredulidad gozosa” entre sus hermanos agustinos. “Es alguien que camina con la gente, que los acompaña en el camino”, dijo el padre Joseph Farrell, vicario general de los agustinos en Norteamérica. “Eso es la misión.”
El liderazgo del padre Prevost en la Orden Agustiniana fue profundamente formativo. En 1999 fue elegido Prior Provincial de la Provincia de Nuestra Madre del Buen Consejo en Chicago. Apenas dos años y medio después fue elegido Prior General de la Orden de San Agustín a nivel mundial, cargo que ocupó por dos mandatos consecutivos, de 2001 a 2013. Durante ese tiempo supervisó comunidades agustinas en casi 50 países y promovió su labor educativa, pastoral y misionera (Vatican News).
El padre Eduardo Martín Clemens, que trabajó con él en Trujillo, dijo que encarnaba “el pragmatismo de un norteamericano y el corazón abierto de América Latina.” Era conocido por un enfoque pastoral del derecho canónico y una teología marcada por la visión agustiniana de la unidad y la humildad.
En sus primeras palabras públicas, el Papa León XIV citó a san Agustín: “Para ustedes soy obispo; con ustedes soy cristiano.”
Nombrado obispo de Chiclayo en 2015, condujo la diócesis durante las inundaciones provocadas por El Niño y durante la pandemia de COVID-19. Coordinó la ayuda en desastres, aseguró donaciones y lanzó la campaña Oxígeno de Esperanza.
“El obispo Prevost nunca fue el tipo de obispo que daba órdenes desde un escritorio”, dijo Janinna Sesa Córdova, directora de Cáritas Chiclayo entre 2014 y 2024. “Era el rostro de Cristo, el que salía al barro para ayudar a su pueblo.”
“Ha dejado una huella imborrable en los corazones de Chiclayo”, añadió Córdova. “Porque siempre estaba presente: en las inundaciones, en la pandemia, en las celebraciones y en los duelos. Un obispo del pueblo. Un verdadero pastor.”
Era un obispo cercano, dispuesto a “salir con botas y poncho”, dijo el profesor Llanos, “y cuando llegaba la hora de la Misa, estaba impecablemente revestido: un símbolo de su equilibrio eclesial y su reverencia.”
El hecho de que, cuando el país estaba en confinamiento durante la pandemia, caminara por la ciudad con el Santísimo Sacramento, como hizo el Papa Francisco en la histórica bendición de marzo de 2020 en San Pedro, “dejó claro que todas sus obras de caridad estaban enraizadas en Cristo”, dijo Córdova, quien lo ayudó a coordinar la mayoría de las campañas caritativas de la Iglesia en ese tiempo.
En 2023, el Papa Francisco nombró al cardenal Prevost prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. El Dicasterio se encarga de discernir y apoyar el liderazgo episcopal en todo el mundo —es decir, de ayudar a decidir quiénes son obispos—, mientras que la Comisión sirve de puente entre la Santa Sede y la Iglesia en América Latina.
Ese mismo año fue creado cardenal, consolidando su papel como uno de los colaboradores más cercanos del Papa Francisco.
Su diplomacia y sensibilidad pastoral se evidenciaron especialmente durante las asambleas del Sínodo sobre la Sinodalidad en 2023 y 2024, donde su presencia dejó una huella significativa en muchos de los participantes.
José Manuel de Urquidi, delegado laico de México y fundador de la Juan Diego Network, una plataforma que amplifica voces católicas en comunidades hispanohablantes, dijo que el cardenal Prevost transmitía una “calma increíble y atención a los obispos, especialmente a los que venían de diócesis remotas o con pocos recursos.” Y añadió: “Le importan profundamente las personas —sobre todo los misioneros de todo el mundo.”
Desde el inicio de su pontificado, el Papa León XIV dejó claro que concibe su rol como continuidad de la misión de la Iglesia: defender la dignidad humana, servir a los pobres y anunciar el Evangelio a todos.
Eligió el lema In Illo Uno Unum —“En el único Cristo, somos uno”—, reflejando su deseo de unificar a la Iglesia a través de culturas, continentes y divisiones sociales.
En su primer discurso formal al Colegio de Cardenales, pronunciado el sábado posterior a su elección, explicó su decisión de tomar el nombre de León XIII, papa entre 1878 y 1903 y considerado el fundador de la doctrina social moderna de la Iglesia.
“Hay muchas razones por las que elegí este nombre”, dijo, “pero sobre todo me inspira la Rerum Novarum.”
Publicada en 1891, Rerum Novarum —“Sobre los derechos y deberes del capital y del trabajo”— fue una encíclica pionera que reclamó salarios justos, protección de los trabajadores y un papel activo de la Iglesia frente a las duras realidades de la Revolución Industrial. El Papa León XIII escribió que “es preciso encontrar rápidamente un remedio oportuno a la miseria y la injusticia que pesan tan injustamente sobre la mayoría de la clase trabajadora.”
El Papa León XIV trazó un paralelo con nuestra época: “Hoy la Iglesia ofrece a todos el tesoro de su doctrina social en respuesta a otra revolución industrial —y a los desarrollos en el campo de la inteligencia artificial que plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo.”
Sus primeras palabras como papa, pronunciadas apenas minutos después de aparecer en el balcón central de la Basílica de San Pedro, reflejaban este mismo impulso misionero: “Juntos, debemos buscar cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes y promueve el diálogo, una Iglesia siempre abierta a acoger, como esta Plaza con sus brazos abiertos, a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestra disposición al diálogo y nuestro amor.”
La teóloga Anna Rowlands señaló la continuidad: “Él hizo de eso el corazón de su testimonio de la Iglesia ante el mundo. Es muy interesante que el Papa León XIV siga ahora ese legado.”
“Dios los ama a todos, y el mal no prevalecerá”, dijo el Papa León en ese mismo discurso. “Todos estamos en manos de Dios. Así que avancemos, sin miedo, juntos, de la mano de Dios y de la mano unos de otros.”
El arzobispo Timothy Broglio, presidente de la USCCB, dijo que León XIV confirma a los fieles y los llama “de regreso al Evangelio.”
“Rezamos para que el Papa León nos guíe por ese camino de anunciar el Evangelio al mundo entero”, dijo Broglio en una misa de acción de gracias. “Él es el obispo de Roma que nos recuerda la urgente necesidad de predicar el Evangelio, de ver a Dios en medio de nosotros y de caminar hacia el hogar.”
El Papa León XIV, formado en el crisol de la misión y en la sabiduría de san Agustín, ahora lidera una Iglesia global. Es, como dijo un misionero, “un regalo para toda la Iglesia.” Y para quienes lo conocieron en Chiclayo, sigue siendo “un obispo del pueblo. Un verdadero pastor.”
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