Historias

Formados por la Eucaristía, enviados en misión: la juventud de Vietnam está transformando la Iglesia desde sus cimientos

29 nov, 06:00 a. m.
En Vietnam, una Iglesia nacida de la persecución florece gracias a su juventud. El Movimiento Eucarístico Juvenil forma niños y adolescentes como misioneros de esperanza.

 

Por Inés San Martín

Si visitas casi cualquier parroquia católica en Vietnam un domingo por la mañana, serás testigo de una escena que está remodelando silenciosamente el futuro de la Iglesia: caudales de niños y adolescentes, vestidos con uniformes coloridos, entrando en procesión a la Misa con cantos. Su alegría es palpable, su devoción inconfundible. Son miembros del Movimiento Eucarístico Juvenil Vietnamita — Phong trào Thiếu Nhi Thánh Thể Việt Nam, o TNTT — y son los misioneros más jóvenes de una Iglesia nacida en la sangre y revivida en la esperanza.

Una vez obligada a la clandestinidad por décadas de represión comunista, la Iglesia Católica en Vietnam hoy es vibrante, creciente y profundamente eucarística. Y en el corazón de esta renovación está el TNTT: un movimiento que forma a los niños para amar a Jesús en la Eucaristía y vivir su vocación bautismal como misioneros.

Mientras la Iglesia universal se prepara para celebrar el Domingo Mundial de las Misiones el 19 de octubre, bajo el lema “Misioneros de la esperanza entre los pueblos”, Vietnam ofrece un testimonio poderoso —y un desafío. En una tierra donde los católicos siguen siendo minoría, y donde la Iglesia aún enfrenta restricciones gubernamentales, el impulso misionero está vivo, activo y, de manera notable, liderado por los niños. 

Una Iglesia probada por el fuego

Los católicos representan solo el 7% de la población de Vietnam —alrededor de 7 millones de fieles en un país de 100 millones—. Sin embargo, las raíces de la Iglesia son profundas. El Evangelio llegó por primera vez en el siglo XVI a través de misioneros portugueses y franceses. A lo largo de los siglos, la Iglesia soportó oleadas de persecución. Más de 130.000 católicos vietnamitas fueron martirizados por la fe. De ellos, 117 fueron canonizados por San Juan Pablo II en 1988 y hoy son venerados como santos e intercesores.

Después de la caída de Saigón en 1975 y el ascenso del régimen comunista, la Iglesia volvió a verse bajo presión: sus escuelas y propiedades fueron nacionalizadas; las vocaciones, vigiladas; la evangelización, prácticamente prohibida. Incluso hoy, las parroquias no llevan nombres de santos o devociones, sino simplemente el de su barrio o aldea —un recordatorio silencioso de cuánto ha debido adaptarse la Iglesia.

Y sin embargo, a través de todo esto, la Iglesia no se debilitó. Anclada en la Eucaristía y sostenida por sacerdotes, religiosas y laicos fieles, perseveró e incluso floreció.

El movimiento en el corazón de la renovación

Con más de 500.000 miembros activos, el TNTT es hoy la expresión más visible de la formación misionera en Vietnam. Presente en casi todas las diócesis, el movimiento se centra en cuatro pilares:

  • Espiritualidad eucarística: los niños participan en adoración semanal y aprenden a centrar su vida en la presencia de Cristo en la Eucaristía.

  • Formación catequética: a través del estudio de la Biblia, la liturgia y las enseñanzas católicas, los niños adquieren una profunda comprensión de la fe.

  • Acción misionera: los miembros ofrecen oraciones, sacrificios y actos de caridad por sus hermanos y hermanas en las misiones.

  • Liderazgo a través del servicio: el movimiento prepara a los jóvenes para futuros roles de liderazgo en la Iglesia y en la sociedad.

En muchas parroquias, el TNTT es la principal —a veces la única— fuente de catequesis y formación. Los niños no solo guían las liturgias dominicales, sino que también llenan con su presencia las misas de los días de semana.
«No es una exageración decir que la Iglesia en Vietnam está siendo renovada por los niños», dijo un sacerdote durante nuestra visita reciente.

Los frutos son asombrosos. Mientras que en muchas partes del mundo la Iglesia enfrenta el declive de las vocaciones y templos vacíos, Vietnam ofrece un vistazo de lo que sucede cuando se confía en los niños, se los forma y se los envía.

Lo que significa la esperanza

Es difícil exagerar la fuerza con la que estos niños creen. «La esperanza es algo muy importante para mí», dice Phuong Chi, de 12 años. «Porque estar sin esperanza es estar sin Dios. Por lo tanto, tener a Jesucristo en nuestras vidas es tener esperanza».

«La esperanza es Jesucristo», afirma Sidan Johnson, de 13 años. «Así que cada día, antes de nada, rezo a Dios, pidiéndole que bendiga mis actividades, para que todo lo que haga, lo haga por Él».

Y Cao Triet, de 14 años, lo expresa de manera sencilla: «Encuentro mi esperanza en el conocimiento de que Jesús, tal como nos prometió, volverá».

Sus palabras reflejan más que convicción personal: son fruto de una formación espiritual enraizada en la Eucaristía y construida sobre el legado de los mártires.

Una invitación al mundo

La fuerza del movimiento radica en su sencillez: amor a la Eucaristía, confianza en Cristo y compromiso con los demás. No es vistoso. No depende de la tecnología ni de las modas. Está animado por una alegría que solo puede venir de conocer a Jesús.

La Iglesia en Vietnam —con sus 27 diócesis, más de 2.800 parroquias y decenas de miles de sacerdotes y religiosos— sigue siendo una Iglesia en misión. Aunque aún permanece bajo la mirada del gobierno. Eso provocó que muchos misioneros sirvieran en silencio, algunos evangelizando en la clandestinidad. Y, sin embargo, con medio millón de niños abriendo camino, el futuro se ve luminoso.

Vietnam, vivo con jóvenes misioneros que llevan coloridos pañuelos en el cuello y transmiten el amor de Cristo a familias, aldeas y ciudades, muestra lo que es posible cuando ponemos la Eucaristía en el centro y dejamos que los niños y jóvenes se acerquen a Él.

Porque cuando los niños se enamoran de Jesús en la Eucaristía, se convierten en sus testigos más poderosos.

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